ENTREVISTA A JOSEP FERRANDO,
___________________________________
Breve comentario mio: Encuentro muy interesante la entrevista por ser tan reciente y tratar muchos temas interesantes, entre ellos la relación de la arquitectura (o los arquitectos) de Europa-España-Barcelona-ETSAB en Latinoamérica. Creo que dice cosas interesantes y muy veraces sobre el cómo nos en los sudamericnos a nosotros, y qué actitud tomar nosotros al respecto. Un motivo más por el cual estoy contento de haber elegido este destino para el intercambio. También destaco cuando hablan del rol del arquitecto en la sociedad y como deberia ser su forma de trabajar...poniendo como ejemplo el Médico; haciendo clara alusión al concepto de
Arquitecto de Cabecera, surgida en la ETSAB hace 3 años. Recuerdo que Ferrando es profesor en Habitatge i Ciutat, el GRAN curso de proyectos de tardes de tercero en la ETSAB.
P.D.: En breves publicaré la entrada de lo que fué el WAUM 2015, una muy buena experiencia! Intentaré que a partir de ahora las entradas tengan más fotos! Estoy haciendo una optativa de fotografia...a ver si sirve de algo! jaja :)
_____________________________________
Durante los últimos cinco años, la actividad profesional del arquitecto Josep Ferrando se ha desarrollado en Europa y Sudamérica. La oportunidad de conversar con él permite abordar temas sobre la constante presencia de la energía del aprendizaje para el arquitecto: la ampliación de perspectivas que brinda el acercamiento franco y el diálogo con otras realidades, la trascendencia de desempeñar una tarea docente y el concepto de ‘construcción’ como eje crucial de su arquitectura.
Has tenido la oportunidad de viajar entre dos mundos que en realidad no son tan similares como queremos pretender que sean. ¿Qué aprendizajes valoras en particular de tu relación con Iberoamérica?
Mi experiencia personal en Latinoamérica me ha permitido aprender cómo se involucra la gente en las universidades, y arquitectos y profesores en los trabajos del proyecto, incluso con la sociedad. Pondré algunos ejemplos: me parece ejemplar la Escola da Cidade de Sao Paulo, una universidad fundada por arquitectos. Es de hecho una especie de cooperativa de profesores arquitectos procedentes de la universidad pública, diseñada por Vilanova Artigas, y que deciden crear una universidad cuyo proyecto de partida sea la regeneración de un barrio: el centro histórico de Sao Paulo. Eligen un edificio de 1942 de Oswaldo Bratke y van ocupándolo y regenerándolo a medida que va aumentando el número de estudiantes. La Universidad pivota en torno a esta actitud. Que la Universidad se haya planteado como cooperativa permite evitar que todo gire en torno a determinadas burocracias.
Otro ejemplo, también relacionado con esta Escuela: hace un año, se promulgó en Brasil una ley por la cual todo docente debía tener una maestría. Dado que muchos profesores carecían de esta titulación, lo que les invalidaba para ejercer la docencia, se decidió entonces que quien contara con el título de máster organizase un curso específico para los demás profesores de la Escuela. El programa de esta maestría es la enseñanza de arquitectura. El máster cuenta semanalmente con un conferenciante que habla de cómo enseña y por qué enseña de esa manera en relación, evidentemente, con el territorio en que trabaja.
En la Universidad de Talca (Chile) el proyecto final de la carrera de cada alumno revierte hacia la sociedad o la comunidad, que es de hecho quien está costeando parte de sus estudios, y consiste en construir, por ejemplo, una estación de autobuses o una pequeña iglesia de exterior.
Estos ejemplos hablan de mecanismos que, en mi opinión, son eficaces porque confluyen el ejercicio de la profesión y las demandas de la comunidad.
Es verdad que en España tenemos definido un determinado orden pero a veces nos ata demasiado las manos. No nos permite ser ni ágiles, ni flexibles, ni rápidos en determinados momentos, como la crisis que ahora mismo afrontamos. Las escuelas de arquitectura, sus planes docentes… han cambiado poco en relación con la crisis que estamos viviendo porque todo depende de un orden burocrático.
Cuando me trasladé a España, hace ya diecinueve años, comprobé que había un conocimiento muy pobre de la arquitectura iberoamericana. En Argentina los referentes eran EE.UU y Europa. Europa probablemente se miraba sobre todo a sí misma, quizá también un poco a EE.UU. Te desplazas a Iberoamérica justo cuando Europa comienza a observarla también y a tomarla como referente. Sin embargo, ¿no percibes que hay un exceso de romanticismo utópico en algunas de esas miradas?
Sí. Se incurre en clichés y siempre se acaba observando únicamente a uno, dos o tres personajes, asumiendo que estas pocas figuras suponen una representación de la totalidad. Al organizar una conferencia en Europa e invitar a alguna de estas figuras se asume como el hecho de estar ofreciendo una visión total, cuando la realidad está compuesta por otras muchas.
Personalmente, me interesan más los arquitectos que son mucho más invisibles desde Europa que aquellos que son muy visibles. Por detrás de aquéllos hay arquitectos que están mucho más presentes en la arquitectura de Latinoamérica. A mi parecer esas figuras más destacadas no dejan de representar un cierto iconismo, mucho menos evidente que el que vivimos en Europa y que en su momento fue económico, formal…, pero que allí también se produce, con una expresión propia.
En España, más que en Europa en general, están imponiéndose actualmente como moda cuestiones que en Latinoamérica son de hecho necesidad. Observo que entre ciertos sectores de aquí se ha emprendido la adopción de cierta imagen de lo povera que en Latinoamérica existe porque es la forma habitual de construir.
Mi crítica hacia estas figuras prominentes que se erigen, como dices, en supuestamente paradigmáticas es que vienen a ofrecer un discurso que Europa quiere complacerse en escuchar. No es un discurso muy crítico respecto a determinadas cuestiones y, en efecto, la palabra personaje que empleas resulta apropiada porque adoptan una identidad y una pose personal que, a mi entender, en absoluto beneficia al resto de sus colegas, ni plantea una interpretación realista sobre el contexto del que proceden.
Revirtiendo un poco el sentido de esta pregunta, ¿cómo crees que es percibido, por ejemplo, en Sao Paulo o Buenos Aires un arquitecto europeo que viaja a trabajar allá?
Al principio se palpa una cierta sensación de admiración, de ese respeto hacia el que procede del lugar que se considera el referente. Pero creo que uno es capaz de dar más si huye del permitir ser tomado como un referente. Uno rinde más si escucha, si indaga más en aquello que les interesa en concreto de la arquitectura de España, de Europa.
Barcelona constituye un referente importante en Latinoamérica, pero lo que me interesa en relación al interés que pueda haber por éste es examinar qué es posible trasladar allí de ese modelo porque no se puede dar una Barcelona en Buenos Aires, por ejemplo, ni viceversa. Yo creo que el proceso consiste en ver qué es lo positivo que ya existe y trabajar desde actitudes similares pero aplicándolas a las características específicas.
Campus Universitario en Tortosa. (Fotografía: Pedro Pegenaute)
Estarías hablando de diálogo, de comunicación. Creo que esto es el elemento del que se carece en gran medida. Cuando alguien viene a explicar cosas a Europa, emite un monólogo. No siempre, pero sí es casi la regla general en el caso de estas figuras protagonistas a las que nos referíamos antes.
Según tu propia experiencia y opinión, ¿cómo hacer que la docencia aluda a cuestiones necesarias, de forma que sirva para construir una conversación que permita una reciprocidad en las aportaciones?
En Europa hay una clasificación además muy neta: técnicas, politécnicas…Unos clichés muy definidos y de los que es muy difícil alejarse.
Estos últimos cuatro o cinco años conociendo Latinoamérica me han permitido aprender el valor del diálogo. Entender que cuando voy a ofrecer una charla no voy a monologar indicando qué está bien o qué es lo que debería hacerse. Prefiero ir a compartir mi experiencia, mi forma de vivir en relación con la arquitectura y creo que eso es bien recibido.
En uno de mis primeros viajes coincidí en Brasil con Franco Comerci, arquitecto y profesor en Uruguay. Alguien del público, creo recordar que era europeo, hizo un comentario y Franco, una persona fantástica, le respondió: «Pero si el colonialismo ya se ha acabado». Tengo la impresión de que según qué tonos, según qué discursos, pueden percibirse muy peyorativos en Latinoamérica. Indudablemente hay que evitar esas actitudes como de neocolonialistas que creen que van a aleccionar, a enseñar qué hay que hacer.
Totalmente de acuerdo con ello. Aunque sí creo que es patente un cierto sentimiento de inferioridad que permite estas actitudes de condescendencia o paternalismo por parte de algunos europeos al ir a Iberoamérica.
Es verdad. Es una actitud que desagrada pero que a veces, sin embargo, determinadas personas buscan. Yo prefiero la actitud opuesta. Prefiero ir a explicar mi trabajo sin plantear las cosas como resultados finales, como si estuviese explicando una receta, sino que intento compartir la explicación de cómo cocino. Intento describir los componentes y factores que inciden en una situación concreta aquí, que no son directamente trasladables allí. Es de hecho a través del diálogo como comprendo cuáles son los tipos de situaciones que se están produciendo allí.
¿Qué diferencias percibes dentro del ámbito docente, en la relación profesor-alumno, en las metodologías…respecto a Iberoamérica y Europa?
Creo que ése es un ámbito donde las similitudes son cada vez más próximas. También pienso que es una cuestión que tiene más que ver con el tipo de universidad que con el país o el continente. Hay que tener en cuenta que en las universidades privadas los grupos suelen ser más reducidos y esto permite una mayor proximidad con el alumnado.
Lo que yo valoro en particular de la universidad pública es que el alumno comprende muy claramente que el profesor no es el único mecanismo de aprendizaje, sino que lo son también sus compañeros, la biblioteca, películas de cine que recomienda el profesor, el libro que sugiere otro alumno. El estudiante es consciente de que el tiempo de contacto con el docente va a ser inferior al esperado por lo que debe nutrirse de mucha más información que aquella que el profesor provee y que no va dirigida, según el estudiante cree, directamente a él.
En la universidad privada el alumno es más estanco en ese sentido del aprendizaje. Aprende en relación con aquello que está dirigiéndose directamente a él pero le cuesta más entender que lo otro es también algo que tiene que ver con él.
De hecho es más fácil aprender cuando no te miran que cuando te están mirando.
En España llevamos ya siete años de crisis. Creo que en arquitectura se está produciendo más posturas que reacciones, actitudes que disimulan mientras se deja pasar el tiempo y se espera que la situación anterior se recomponga. ¿Crees que nuestra generación, la de arquitectos que hoy tienen entre 40 y 50 años, ha aprendido realmente algo?
Creo que sí. Creo que será muy difícil que, con lo aprendido, se retroceda a aquel punto previo a la crisis. Supongo que se ha entendido que no es necesario llegar a aquellos límites, aunque se vuelva a disponer del poder económico, político…etcétera, necesario para hacerlo.
Me parece que ha cambiado la forma de comprensión de las cosas. También porque a nosotros no se nos regaló nada. Casi todos nosotros comenzamos nuestra actividad profesional tomando parte en concursos. La generación de arquitectos que hoy tiene 60 ó 70 años podían telefonear al alcalde cuando tropezaban con un problema concreto, porque el alcalde era un amigo que había ido con ellos al colegio…No quiero decir con ello que se tratara de situaciones de amiguismo, sino que el ámbito profesional estaba formado por un grupo de profesionales mucho más reducido y el trato se planteaba en esos términos.
Nosotros, en cambio, desde que creamos nuestro estudio estamos concursando – lo que no sólo significa desarrollar la mejor propuesta sino también acostumbrarse a trabajar con presupuestos muy ajustados y que son concursos de administración pública−. Estamos ya habituados a trabajar con recursos limitados, plazos muy acotados… algo que articula un engranaje que no se altera cuando surge la oportunidad de desarrollar un encargo de carácter privado. Ante tal caso, es muy difícil que reacciones decidiendo gastar diez veces más, por ejemplo, porque los mecanismos de trabajo que ya has interiorizado, y tu arquitectura, ya están ligados a ese conocimiento sobre adecuación estricta a presupuestos, materialidad, sistemas constructivos.
Comisaría de policía en Salt. (Fotografía: Adrià Goula)
Me preocupa que entre las generaciones más jóvenes continúe implantada la veneración hacia la figura del arquitecto hegemónico. Creo que es muy necesaria una reflexión que revise y actualice la figura del arquitecto con seriedad, no desde reinvenciones inconsistentes.
Hay un peligro en esa misma frase que ahora mismo suele usarse con frecuencia: «debemos ocupar la posición que tenemos». Esa misma expresión lleva ya implícitas cuestiones que creo necesario rechazar. ¿A qué posición se refiere? El arquitecto es un ciudadano más, que desempeña una profesión que sirve a la sociedad, al igual que lo hacen otras tantas profesiones. «Ocupar una posición» parece llevar implícitamente asociada la errónea idea de ocupar una silla de poder.
Los arquitectos siempre hemos eludido estar en lugares de toma de decisión. Pero no por falta de capacidad para ello, sino porque la arquitectura es un elemento que apenas se incorpora en las decisiones generales que conciernen a la sociedad. No abundan en lo más mínimo los arquitectos dedicados a la política que pudieran representar a la arquitectura en el momento de la definición y decisión de leyes.
Mi opinión sobre el tema de colectivos y proyectos participativos que ahora mismo se plantean como formas de acercar directamente la arquitectura a las realidades y necesidades sociales, es que lo importante no es que el arquitecto haga aquello que le pide una comunidad vecinal sino saber preguntar bien a dicha comunidad. Debe ser capaz de saber preguntar, de saber observar. En todo buen proyecto siempre hay un mérito del cliente: que ha sabido explicar al arquitecto cómo vive y concretar cuáles son sus necesidades. El cliente ha sido capaz de formular una buena pregunta a la que tú, como arquitecto, debes procurar dar respuesta. Sin embargo, en muchos casos, esos proyectos participativos dan directamente la respuesta y no formulan pregunta. En ese punto es en donde, a mi ver, radica su error y por lo que considero necesario que la arquitectura debería encontrar modos correctos de representación en diferentes escalas.
Tenemos ahora mismo dos perfiles hegemónicos reconocibles: por un lado, el de ese arquitecto que se siente todopoderoso y al que la sociedad le trae de hecho sin cuidado, y que no es consciente a su vez de que a la sociedad él también le importa bien poco. Y por otro lado está esa posición que es el polo opuesto, creo que erradamente literal, de ese autoritarismo y que parece considerar que la capacidad de juicio que otorga el conocimiento de la arquitectura no basta y cualquier decisión debe debatirse y decidirse de manera casi asamblearia.
Un médico toma decisiones porque es consciente de que posee el conocimiento para hacerlo. Por supuesto, el buen médico va a escuchar con suma atención a su paciente pero no va a poner en manos de éste decidir qué tratamiento necesita que se le aplique.
Por ese motivo es tan importante el hecho de preguntar. El médico pregunta al enfermo dónde y cuándo le duele, en qué posición está cuando siente el dolor. Después, para poder efectuar correctamente el diagnóstico, lleva a cabo pruebas y análisis que proporcionen más respuestas respecto a aquello que él ha preguntado y el paciente le ha explicado y, posteriormente, decide cuál es el tratamiento que precisa.
La arquitectura debería tener poder, pero no en la connotación negativa y autoritaria de poder, sino para reflejar su manera de pensar y actuar en la mayor parte posible de estamentos y esto es algo que considero que no se produce.
Sí es cierto que en periodos en que la situación económica ha sido más favorable no ha habido arquitectos situados en ámbitos de poder que hayan evitado que las ciudades se hayan convertido en una parcela para cromos de arquitectos internacionales. Es decir, cuando ha habido arquitectos con determinado poder para decidir, estos no han dado prioridad a la arquitectura sino a unas cuantas figuras arquitectónicas.
Hemos pasado de la construcción de esas ciudades con ícono, sobre las que ahora tantos (que fueron sus artífices) se tiran de los pelos…
Sí. Esos que hoy reniegan eran los primeros que salían en la foto.
…a esta sociedad del espectáculo que banaliza todas las cuestiones, y ahora creo que desde una forzada postura como de anti-espectáculo. Un proceso participativo que puede suponer aprendizajes sobre cómo plantear alternativas a los procedimientos convencionales queda banalizado porque se trata de que todo converja finalmente en un eslogan efectista (pero vacío en realidad de contenido), el discurso de un arquitecto que propone otras posibilidades de interpretación y lecturas también queda banalizado al convertir a ese arquitecto en otro producto de ese reciclado star-system hecho de supuestos anti-divos. En esa misma categoría tenemos también esos procesos donde se ‘artistifica’ la arquitectura llevándola al terreno de la performance, la escultura…
En mi opinión, a medida que acercamos más la arquitectura a lasperformances la alejamos cada vez más de la sociedad y de la posible relación de los arquitectos con ella.
En el tercer curso de «Habitatge i Ciutat» (Vivienda y Ciudad) que impartimos en la ETSAB desarrollamos un ejercicio que se llama «Arquitectes de capçalera» (Arquitectos de cabecera). Reunimos casos que afectan a un barrio o unos ciudadanos que, por ejemplo, a lo mejor sólo necesitan que se pinte el patio interior del edificio donde viven porque con ello ganarían más luz. O detalles tan puntuales y simples como reorganizar un piso para que puedan ubicar la bombona de butano en otro lugar de la casa, en lugar de en el balcón, para así poder disfrutar de éste como de un ámbito semi-exterior. Pequeños gestos de este tipo dan valor a la arquitectura en relación con el ciudadano. Permiten que el ciudadano constate que con una acción bien planteada puede beneficiarse de la mejora sustancial que pueden aportar detalles mínimos.
Sin embargo, esas performances suponen colocarse al otro extremo.
Así es, y paradójicamente lo hacen sustentándose en un discurso que pretende sostener un acercamiento a esas necesidades cotidianas y primordiales de la sociedad.
Cada año invitamos al curso a Aureli Santos, un arquitecto que desde la administración está llevando a cabo una tarea muy importante. Siempre relata su trabajo desde la experiencia sin eludir abordar las complicaciones que implica gestionar desde la administración y trabajar para el barrio aunando la buena arquitectura con las necesidades reales.
Creo que uno de los valores principales del trabajo que Aureli desempeña es definir cómo lidiar entre necesidad y la elección del arquitecto, para precisamente anteponer la arquitectura al arquitecto.
Pabellón en Barcelona. (Fotografía: Eugeni Bach)
Estuviste a cargo de uno de los pabellones que se construyeron en Barcelona dentro del proyecto BCN.RE.SET, con motivo de la conmemoración del Tricentenario el año pasado. A mi entender, ésta fue una iniciativa que partía de unas premisas muy cuestionables como la de seguir recurriendo al mismo listado habitual de nombres de moda para dar prestigio al proyecto, de una manera que parece dar mayor valor a éstos que a la capacidad de los actores locales.
Trabajamos en el pabellón que se ubicó en la Plaça Nova y que hablaba sobre la identidad. Como tutores del proyecto, Eugeni Bach y yo pusimos como condición que fuese un proyecto enteramente académico, es decir: pedagógico, que fuera de utilidad para los estudiantes. Debía ser construido por los estudiantes, no podía ser encargado a ninguna constructora.